Imaginemos que nos invitan a un selecto club nocturno
preparado para celebrar un ritual pagano. Una sala pequeña se asemeja a la
estancia de una mansión gótica abandonada. Las paredes están adornadas con
telones rojos y paneles que recrean la naturaleza más pura y menos devastada
por el ser humano. Esculturas a lo largo de la sala representan dioses
mitológicos a los que hacer ofrendas, y las pinturas al otro lado de la sala
nos muestran escenas de las más emocionantes leyendas celtas. La luz es
artificial pero ilumina igual que el sol reflejado en la luna. Los asistentes
no son numerosos pero sí fieles, vestidos unos de negro, otros de blanco, otros
de colores llamativos. Estética gótica y punk de los años 80, cuero negro con
crestas de colores; o retrotraída en el tiempo para mostrarnos vestidos de
corte victoriano, con diademas regias y otros complementos sacados de la
literatura fantástica. Si existiera un lugar que reuniese tal amalgama de
culturas, la música que bañaría esa estampa sería seguramente la de Faith
and The Muse.
WILLIAM Y SU MUSA MONICA
Monica Richards y William Faith son los dos
músicos, cantantes y compositores estadounidenses detrás de este proyecto cuyo
propio nombre les relaciona mutuamente, al igual que ellos complementan sus
talentos para dar forma al arte musical en un poliedro de numerosas caras.
Se conocieron a principios de los años 90, en los ambientes
y clubes especializados en la subcultura gótica y punk estadounidenses, pero
por entonces ambos ya llevaban desde la década anterior participando en
diversas bandas de este tipo. William había sido miembro de formaciones
llamadas Christian Death, Shadow Project, y Mephisto Walz, mientras que Monica
se dedicó a cantar desde muy joven, especialmente en un grupo llamado Strange
Boutique.
Ambos decidieron empezar un proyecto desde cero, aparcando
otras posibles o presentes alternativas. Establecieron el núcleo creativo de Faith and The Muse en Los Angeles. A la atracción por el rock gótico que
empaparon sus formaciones musicales, decidieron componer también otros temas
que aportasen variedad, tales como guiños celtas o temas lentos, sutiles, con
teclados o sintetizadores como base.
¿A quienes recuerdan? Sobre todo a Dead Can Dance y otras
bandas etéreas como Cocteau Twins, pero también a Bauhaus, Joy Division o The
Sisters of Mercy, acentuando (según mi criterio) la parte rockera de sus
influencias y filtrando algunas piezas del folclore celta europeo.
Es una de esas bandas que aunque haya permanecido en un segundo
(o tercer, o cuarto) plano, sorprende por su esmerado trabajo, muchísimo más
que la mayoría de superventas, pero así es este mundo.
Su buen hacer trasciende lo musical. Monica es una artista
visual, ya sea pintando cuidadas acuarelas para adornar las portadas de sus
discos, o realizando arte visual digital, también para adornar las imágenes que
inevitablemente se evocan cuando se escuchan las canciones que acompañan. Así
que mejor hacerlas hermosas.
Son dos personas comprometidas con el ecologismo,
vegetarianos, que han aplicado la permacultura: la integración lo máximo
posible del paisaje natural en la vivienda propia, ahorrando recursos y
minimizando residuos… lo que viene a sonar mejor como vivienda sostenible.
En lo estrictamente musical, han publicado cinco álbumes a
lo largo de su carrera: Elyria (1994), Annwyn, Beneath the Waves
(1996), Evidence of Heaven (1999), The Burning Season (2003) y :
ankoku butoh : (2009) más el directo/rarezas Vera Causa (2001).
Por desgracia, pasó con este dúo como con muchos otros.
Monica y William tenían una relación sentimental que acabó, y con ella el grupo
también parece muerto desde hace unos pocos años, aunque no se ha hecho oficial
aún.
William ahora lidera una enésima formación, The Bellwether
Syndicate.
Por su parte, Monica ya sacó un disco en solitario llamado Infrawarrior en 2006. Ahora que ya camina exclusivamente por su cuenta,
sigue grabando música: el disco Naiades (2012) y otro que está a puntito
de lanzar a finales de este año: Kindred. Me hace ilusión contar que he
intercambiado algunos correos electrónicos con ella, y es una mujer muy
agradecida y generosa con sus seguidores. Como es una artista independiente al
cien por cien, pide humildemente a través de su web que donemos la cantidad de
dinero que creamos conveniente, a través de Paypal, para ella poder seguir
financiando su carrera musical. A cambio, la propia Monica nos adelanta
canciones en mp3 y nos regalará
ediciones especiales de su último disco (con más arte visual) a los fans
que la hayamos apoyado económicamente.
EL VIAJE MUSICAL A ANNWYN
Recuperemos a William Faith y quedémonos en el segundo de
los trabajos que hizo junto a Monica Richards, para mí, el mejor dentro de una
discografía de por sí impecable.
Es un trabajo ligeramente conceptual basado en la mitología
galesa, puesto que el propio Annwyn que lo titula es una de las variaciones del
nombre galés empleado para referirse al paraíso de la eterna juventud.
La portada, basada en el estilo visual de Gustav Klimt,
evoca esa recreación bucólica, aunque algo inquietante, de Annwyn. Animales
pacíficos (un caballo, un gato, peces) coexisten con dos ninfas, la pelirroja
inspirada (por lo que parece) en la propia Monica, que es la autora del dibujo,
como ya comenté. También hay una cruz gaélica que ya estaba en la carátula de
su primer disco.
Todas las letras están impresas en el interior, y las
encabeza alguna cita célebre: anónimas o de diferentes eras.
[Siento no poner en esta ocasión enlaces a las canciones. No
he encontrado ningún canal oficial para el grupo en Youtube, aunque existen
videos particulares de todos sus temas. El disco no está en plataformas
musicales como Spotify. Otras alternativas no me parecen correctas.]
1. ANNWYN, BENEATH THE WAVES
El tema que titula el trabajo al completo podría suponerse,
por su temática, una canción ligera, ambiental y luminosa, pero no es así.
Resulta una larga composición de puro goth rock, que va creciendo en ritmo
progresivamente. Las guitarras suenan a la vez densas y afiladas. La batería
(que presupongo programada) varía de ritmos, ciclos a diferentes velocidades.
La voz suntuosa de Monica no destaca quizá tanto como debería, pero interpreta
unas líricas muy buenas, bastante complejas y retorcidas. En el fondo todo es
no es más ni menos que un viaje desde los años 80 al confortable e intemporal
Annwyn.
2. THE SILVER CIRCLE
El tema empieza de nuevo con guitarras, aunque en este caso
son acústicas y bastante veloces. Podemos notar ese crisol de referencias
musicales, desde el rock gótico o post-punk hasta las percusiones folk. En los
estribillos entran con fuerza las guitarras eléctricas y electrizantes.
Buenísima.
3. CANTUS
Acentuando el aspecto más “ritualístico” de Faith and The Muse, tenemos este himno pagano. Tambores potentísimos, programaciones y
teclados acompañan a la voz de Monica, que sin necesidad de elevar el tono,
interpreta de manera espeluznantemente magnética las letras (podría ser en
latín) de alguna danza digna de los más poderosos hechiceros tribales. Para mí,
de las mejores canciones que hay en toda su discografía.
4. THE DREAM OF MACSEN
Tras la artillería pesada escuchada hasta ahora, este es un
tema puramente ambiental, sustentado en programaciones que quedan en un término
intermedio entre lo lúgubre y lo lumínico. La letra es su mayor parte recitada
de manera inquietante por William al principio, mientras Monica aporta algunas
estrofas melódicas.
5. FADE AND REMAIN
Voz femenina que juega entre lo casi susurrante y lo
atmosférico, guitarras contenidas, crecimiento rítmico final… Así muestra sus
armas, a medias, esta especie de melancólica balada.
6. ARIANHOD
Otro corte atmosférico, rápido y tribal, en este caso hay voz
pero no letras, es instrumental, directo y breve, casi como si fuera un
interludio. Dedicado nada menos que a Arianhod, hechicera clave de la mitología
galesa.
7. BRANWEN SLAYNE
Es otra pieza que va de menos a más. Se oyen desde el
principio notas monocordes de gaitas o similar hasta que todo estalla en una
increíble explosión instrumental final. A destacar la poética letra cantada por
Monica en inglés antiguo o galés medieval (no sé seguro), así como la
superposición de voces cantando a la vez diferentes estrofas.
8. HOB Y DERRI DANDO
Adaptación de una pieza tradicional. Percusiones suaves
manuales, campanillas y Monica con algunos coros: es suficiente para disfrutar
de este cortito tema divertido y pegadizo.
9. CERNUNNOS
Cambio radical de estilo, aquí William vuelve a tomar las
riendas de la recitación, sin embargo el estilo se acerca a lo industrial, con
un ritmo casi marcial, y mucha dureza lírica y vocal al final. Rotunda y
absoluta oscuridad.
10. THE HAND OF MAN
En todos los discos de Faith and The Muse, William se
encarga a solas de cantar al menos una de las canciones, y suele ser de las
mejores del disco correspondiente. En este caso su canción corresponde a la vieja escuela de potente deathrock que
tanto se oía hace dos o tres décadas. Su guitarra característica inunda al
oyente, y la profunda voz del señor Faith nos desborda. Nos hace pensar que
debería acompañar a su compañera más a menudo al micrófono, me encanta.
11. THE SEA ANGLER
Monica, acompañada por los lamentos de un piano y algunos
efectos cinematográficos, vuelve a tomar el protagonismo absoluta en esta
canción lenta y tristísima, sobre la trágica historia de un pescador y una
sirena. La letra fue escrita por el poeta romántico alemán Johann Wolfgang von
Goethe.
12. THE BIRDS OF RHIANNON
Más interludio que canción, cuesta describirla, pero sí nos
evoca a pájaros en un paraíso soñado pero algo turbador. No obstante, Rhiannon
es una diosa celta de la guerra.
13. RISE AND FORGET
La penúltima canción es la respuesta más rockera de Monica a
la canción antes interpretada por William, y la que más me engancha a mí de
todo el disco. Monica demuestra su versatilidad, sabiendo mutar de etérea a
sensual y enérgica, sin necesidad de forzar al máximo sus cuerdas vocales. Es
capaz de encarrilar un tema potente, donde las guitarras son dueñas y señoras
del envolvente sonido.
14. APPARITION
Enlaza con la anterior, y supone una de las maneras más
extrañas que conozco de acabar un disco. Toda la melodía anterior, expresada de
una y otra manera, se desvanece de golpe. Nada de voces, todo son disonancias
ruidosas, guitarras amenazantes y un golpe de efecto final, un corte abrupto de
todo ritmo y sonido. La máquina del tiempo nos arroja desde el evocador Annwyn
al gris presente. Con fuerza, sin piedad.
Al menos la diosa gaélica de la fortuna nos sonríe a los
mortales, porque siempre tendremos acceso cuando decidamos emprender el viaje
de nuevo…